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La deconstrucción de Barcelona

Todo ese ingente trabajo corre peligro de irse al traste si Berta Sureda, nueva comisionada de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, ejecuta su intención de «superar la marca Barcelona»descarga

Por: J.C. Valero / día 23 de septiembre 2015 / Link Abc.es


Las marcas de ciudades no se hacen en un día pero sí se pueden destruir rápidamente. Barcelona lleva muchos años construyendo una posición internacional mientras ha experimentado una de las mayores transformaciones urbanas europeas. Desde que fuera nombrada sede olímpica, Barcelona no ha parado de fortalecerse como marca, proyectando la imagen general de una metrópolis atractiva gracias a su calidad de vida, su potencial cultural, su patrimonio histórico, su equilibrio social y su carácter mediterráneo. Atributos que configuran un ecosistema ideal para atraer creatividad, talento e inversiones.

Todo ese ingente trabajo corre peligro de irse al traste si Berta Sureda, nueva comisionada de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, ejecuta su intención de «superar la marca Barcelona», para ella «a menudo identificada como escaparate». Comparto su opinión de entender la cultura como un hecho vinculado de manera mucho más directa a la ciudadanía, pero eso no es óbice para mantener e incluso reforzar la marca Barcelona.

Ser capital de las tecnologías móviles hasta el año 2023 confirma el reconocimiento mundial de Barcelona como caldo de cultivo, escaparate y plataforma global que muchas empresas aprovechan para lanzar sus productos relacionados con el cetro de modernidad ubicua en que se han convertido los teléfonos. Quienes más lo aprovechan son los emprendedores relacionados con las aplicaciones. Porque «la tecnología móvil es todo», tal y como reza el lema del Mobile World Congress de 2016, y nos permite desde buscar habitación para compartir pero seleccionando las personas de nuestras mismas aficiones (Badi App), hasta sentirnos más seguros gracias a Care Us, que crea una red de protección entre las personas que elijas y las que están a tu alrededor en el caso de dar una señal de aviso.

Arrancar de cuajo el nomenclátor borbónico mientras sigue intacto el monumento y la plaza en memoria de Antonio López, que se hizo millonario traficando con esclavos, eso sí que es política de pésimo escaparate entre quienes pretenden la deconstrucción de la marca de éxito de Barcelona para despojarla de una supuesta casta, cuando lo único que lograrán es cubrirnos de caspa. La deconstrucción que popularizó Derrida chirría por todos los costados en el caso del gobierno de Colau. Y no solo por mostrar sus contradicciones y ambigüedades turísticas a partir de la moratoria hotelera proclamada «urbi et orbi» para mayor chanza de la competencia. El problema es que a las ciudades les pasa como a las personas: en el momento en el que dejan de soñar con el futuro, empiezan a hundirse en su pasado.