Por: Juan Carlos Valero / Día 30 de octubre – 2011 / Link ABC
El sistema financiero tiene que afrontar los doce trabajos de Hércules. Sus balances deben relucir como los establos de Augías tras someterse a una limpieza a la que el mítico héroe dedicó sólo un día. Vencer al león de su reestructuración y cazar el suficiente capital a que obligan las nuevas directrices europeas son tareas laboriosas, pero el mayor trabajo de los bancos (ahora las cajas también lo son) será matar la hidra de la desconfianza.
Recuperar la credibilidad es una tarea hercúlea que el sistema logrará si antes recorta la enorme distancia que media con su clientela, recelosa de verse víctima de un conflicto de intereses con sus entidades, mientras soportan el crecimiento de las comisiones y asisten a la venta de nuevos productos (ora bonos patrióticos, ora pagarés) y prevalece la máxima «business as usual». Hasta el punto que la Unión Europea se ha propuesto limitar los pingües sueldos de los directivos.
La bancaria ocupa las últimas posiciones del ranking de las profesiones, incluso por detrás de la política. Ninguna actividad puede resistir mucho tiempo ese desprestigio. Desde que Gordon Gekko, personaje interpretado por Michael Douglas en la mítica película Wall Street, de Oliver Stone (1987), exaltó las bondades de la codicia, el afán excesivo de obtener riquezas ha sido el motor que ha impulsado la exuberancia irracional de un sistema en el que los tiburones de las finanzas eran idolatrados. La banca cayó en la tentación de los pecados capitales, una de las bases de la moral cristiana que ahora se reivindica como solución a la crisis, como si pronunciar la palabra «valores» suponga su práctica. Josep Soler, del Instituto de Estudios Financieros (IEF), reconoció esta semana en la gala de la entrega de los premios a la excelencia financiera (recayeron en Isidre Fainé, Grifols, Fedea y Jordi Galí), que el sistema tiene que mejorar en transparencia y reducir los conflictos de intereses en el trato con la clientela. De los discursos de los galardonados, me quedo con la humilde petición de disculpas de Jordi Galí, director del Centro de Investigación en Economía Internacional de la Universidad Pompeu Fabra. El prestigioso economista, que es asesor del Banco Central Europeo y de la Reserva Federal y cuyo nombre aparece entre los diez más citados del mundo, pidió perdón por no tener la fórmula para sacarnos de esta enorme «trampa». Quien suscribe también pide disculpas por no haber sabido informar con más rigor sobre lo que sucedía. Para empezar a salir de la crisis el perdón, no exento de penitencia, es mejor que las actitudes cínicas.